En los últimos meses, el valor del oro volvió al centro de la escena financiera mundial con una intensidad inesperada. La combinación de una política monetaria menos agresiva en Estados Unidos, los conflictos armados en Medio Oriente, el estancamiento de algunas monedas y el temor a una desaceleración global han impulsado una demanda que no da tregua. El resultado: la cotización del oro supera con holgura los máximos alcanzados en los peores momentos de la pandemia de Covid-19 o durante la invasión rusa a Ucrania.

En un contexto de desdolarización creciente, muchos países optan por protegerse con oro físico.

Diferentes países en América latina, por ejemplo, también están decidiendo protegerse con oro físico. Brasil cuenta con más de 129 toneladas de oro en sus reservas internacionales, lo que representa cerca del 1.5 por ciento de su total. México, con más de 120 toneladas, sigue de cerca ese camino. Perú, uno de los principales productores de oro del mundo, mantiene alrededor de 34 toneladas.

Y aunque Argentina tiene una tenencia menor —unas 61 toneladas según datos del Banco Central—, la discusión sobre el rol del oro en la estrategia económica cobra fuerza.

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