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Los fondos de pensión son, por definición, inversores a largo plazo. No compran hoy para vender mañana. Su horizonte es de décadas. Esto significa que si comienzan a acumular Bitcoin, no lo harán con la intención de especular a corto plazo, sino de mantenerlo como parte de una estrategia de asignación de activos a largo plazo.
¿Qué implica esto? Una demanda constante y a largo plazo. Imaginen miles de millones de dólares entrando al mercado de Bitcoin de manera regular y sostenida, no solo en momentos de euforia, sino como parte de una estrategia de inversión continua. Esta demanda constante, unida a la oferta limitada de Bitcoin, podría reducir potencialmente su volatilidad. Al tener una base de inversores que no se asusta con cada corrección, el mercado podría estabilizarse, haciendo que Bitcoin sea un activo mucho más predecible y, por ende, atractivo para un espectro aún mayor de inversores. Pasaríamos de una montaña rusa a un viaje más tranquilo y predecible, algo que, sin duda, los guardianes de los fondos de pensión apreciarían enormemente.
El precio de la entrada: Regulación y escrutinio
Ahora bien, no todo es color de rosa. La entrada de los fondos de pensión no sería gratis. Vendría con una factura: más regulación y un escrutinio mucho más intenso. Los fondos de pensión operan bajo estrictas normativas y tienen una responsabilidad fiduciaria con sus partícipes. Eso significa que exigirán claridad, seguridad y transparencia en el mundo cripto.
Veríamos una aceleración en la creación de marcos regulatorios claros para la custodia de criptoactivos, para los intercambios, y para la forma en que se valoran y gestionan estos activos. Los reguladores, que ya están prestando atención, se verían obligados a actuar con mayor rapidez para crear un entorno seguro para este tipo de inversiones. Esto podría implicar requisitos más estrictos para los proveedores de servicios cripto, lo que, si bien puede parecer una limitación para algunos, en realidad es un paso crucial hacia la madurez del mercado.