Web3 no está diseñado para reemplazar Web2—está construido para extenderlo y mejorarlo. Si bien Web2 nos ha dado las plataformas, aplicaciones y conectividad que definen el internet de hoy, también concentró el control en manos de unas pocas entidades centralizadas. Este modelo, aunque eficiente, a menudo deja a los usuarios con poca propiedad sobre sus propios datos, identidad y presencia digital.
La promesa de Web3 es devolver ese equilibrio de poder al usuario. A través de redes descentralizadas, blockchain e identidad auto-soberana, los individuos pueden controlar cómo se almacenan, comparten y monetizan sus datos. En lugar de ser el producto, los usuarios tienen la oportunidad de convertirse en participantes activos de la economía digital.
En su esencia, Web3 se trata de empoderamiento. Permite una participación económica más justa, transparencia y confianza sin requerir intermediarios. Esto no significa el fin de Web2, sino más bien la evolución de Internet hacia un ecosistema más inclusivo y dirigido por el usuario.