El presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, fue objeto de una emboscada diplomática protagonizada por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, durante una visita oficial a la Casa Blanca.
Trump presionó a Ramaphosa ante cámaras y asesores con videos falsos o fuera de contexto. Uno de ellos señalando supuestos cementerios clandestinos en el país.
Con firmeza y serenidad, Ramaphosa desmanteló la escenificación. Cuestionó a Trump sobre el origen de los videos, que el republicano admitió desconocer.
Entonces, con ironía, el sudafricano reaccionó a la provocación: “Perdona, no tengo un avión para darte”, dijo en un tono que muchos presentes entendieron como una denuncia velada de la promiscuidad entre Trump y regímenes autoritarios, como el de Catar, de quien recibió un lujoso boeing valorado en 1 billón.
Completamente fuera del protocolo diplomático, el intento infantil de humillación fue el mismo utilizado contra el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, en febrero, con éxito. Pero repetirlo contra Ramaphosa encontró resistencia a la altura.
A diferencia del ucraniano, el presidente sudafricano no se alteró, ni "respondió" o se levantó. Se mantuvo en el mismo campo del sarcasmo de Trump y su educación desmanteló la arrogancia del americano que esperaba que la conversación derivara en ofensas y espectáculo, como ocurrió con Zelensky. #news_update #SouthAfrica