pero la secuela podría ser mucho más ruidosa. A medida que Donald Trump regresa al escenario de la campaña, su mensaje a China es inconfundiblemente agresivo. En un mitin esta semana, el ex presidente de EE. UU. declaró que impondría aranceles “masivos” sobre los productos chinos si es reelegido, reavivando temores de otra guerra comercial que podría sacudir los mercados globales.

Trump acusó a Pekín de explotar las industrias estadounidenses, robar tecnología y manipular el comercio de maneras que socavan la manufactura en EE. UU. Su solución propuesta es simple pero severa: gravar fuertemente las importaciones chinas para forzar la producción de regreso a casa. La retórica refleja su estrategia de aranceles de 2018–2019, que envió ondas de choque a través de las cadenas de suministro globales y provocó volatilidad en todo, desde los precios del acero hasta los costos de los teléfonos inteligentes.

Los analistas advierten que la historia podría repetirse. Una nueva ronda de aranceles no solo tensionaría las relaciones entre EE. UU. y China, sino que también podría desencadenar presiones inflacionarias en América, donde los consumidores podrían enfrentarse una vez más a precios más altos en bienes de uso diario. Los economistas temen que esto podría desestabilizar una recuperación ya frágil mientras los bancos centrales navegan ajustes en las tasas de interés y un crecimiento lento.

China aún no ha emitido una respuesta oficial, pero los medios estatales rápidamente denunciaron los comentarios de Trump, calificándolos de “provocativos” y “económicamente autodestructivos.” El mensaje de Pekín es claro: si EE. UU. reaviva una guerra de aranceles, seguirá una represalia.

Los mercados ya están respondiendo con cautela. Los inversores están observando los precios de las materias primas, los movimientos de divisas y las acciones vinculadas a los flujos comerciales entre EE. UU. y China. Por ahora, la amenaza sigue siendo un teatro político—pero si la campaña de Trump gana impulso, esas palabras podrían pronto convertirse en política.

Las dos economías más grandes del mundo pueden estar una vez más en curso de colisión—y esta vez, las apuestas son mucho más altas, extendiéndose más allá del comercio hacia la tecnología, la geopolítica y los activos digitales.

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