En 2021, mientras la mayoría de las miradas se volvían hacia Ethereum y sus tarifas exorbitantes, una red silenciosa, construida por desarrolladores indios, comenzaba a escalar de forma estratégica. Polygon (MATIC) no prometía reemplazar a Ethereum — prometía hacerlo viable. ¿Su diferencial? Un protocolo de capa 2 que utiliza sidechains para procesar transacciones en paralelo, con finalización rápida y costos drásticamente reducidos.
Con un rendimiento que supera los 7.000 TPS en entornos de prueba y tarifas promedio inferiores a US$0,01, Polygon se posicionó como infraestructura crítica para dApps y DeFi. No es de extrañar que atrajera pesos pesados como Aave, Uniswap y hasta la propia Meta, que integró la solución en su estrategia de NFTs.
El token MATIC, nativo de la red, opera como combustible y mecanismo de gobernanza. En 2022, el staking de MATIC rindió a los validadores entre 5% y 7% al año, con seguridad garantizada por un conjunto de más de 100 validadores. Además, Polygon es compatible con EVM, facilitando la migración de proyectos ya existentes en Ethereum.
En julio de 2023, Polygon Labs anunció la transición a Polygon 2.0: una arquitectura basada en zk-rollups con promesa de escalabilidad casi infinita. MATIC será migrado a POL, token diseñado para validar múltiples cadenas simultáneamente — un cambio estructural con implicaciones profundas en el modelo económico del ecosistema.
Polygon no es un proyecto hype. Es infraestructura en movimiento silencioso, pero estratégico.