El gobierno federal de EE. UU. se cerró oficialmente a la medianoche del 1 de octubre después de que el Congreso no lograra alcanzar un acuerdo presupuestario, aumentando la incertidumbre para los mercados y los hogares.

Aunque los cierres suenan alarmantes, la historia muestra que generalmente son cortos y no desastrosos para las acciones. Desde 1976, ha habido 20 cierres con una duración promedio de ocho días.

Los datos del mercado sugieren que los inversores generalmente pasan por alto estas interrupciones. El S&P 500 ha entregado históricamente ganancias en los meses posteriores al final de un cierre, con retornos promedio de un año de alrededor del 13%. Los analistas enfatizan que la duración es clave: un cierre corto causa poco daño, pero uno prolongado arriesga desacelerar el crecimiento.

La preocupación más inmediata para los mercados es un apagón en los datos del gobierno. La Oficina de Estadísticas Laborales confirmó que suspenderá toda la recolección de datos, lo que significa que lanzamientos críticos como el informe mensual de empleos se retrasarán. Los economistas advierten que esto complica las previsiones para la Reserva Federal y los inversores.

Más allá de Wall Street, el cierre tiene efectos en cadena: los trabajadores federales enfrentan cheques de pago retrasados, los parques nacionales y el Smithsonian cierran, y la FDA detiene las aprobaciones de nuevos medicamentos.

Los cheques de Seguro Social continúan, pero los beneficios de SNAP solo están financiados por aproximadamente un mes.

Los mercados se mantuvieron resilientes en la apertura, aunque los futuros tendieron a la baja, subrayando la incertidumbre.

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