《Dora y el mapa estelar》

La primera vez que Dora dijo "quiero ir al espacio", las risas a su alrededor eran más densas que el polvo estelar. Decían que su motor era muy viejo, que el tanque de combustible siempre goteaba, y que ni siquiera salir de la atmósfera era algo realista.

Pero ella siempre estaba en el módulo de mantenimiento, limpiando óxido, soldando chips desechados, y por la noche calculando la trayectoria con el mapa estelar, con la punta del lápiz perforando el papel y dejando pequeños agujeros.

La primera parada fue Mercurio; la temperatura en la superficie la hizo abrazar el tablero durante tres días y noches. La gravedad de Júpiter desvió su ruta, y ella tuvo que calibrar manualmente y forzar el regreso a la órbita. Al pasar por la franja de tormentas de Neptuno, apretó el joystick y comenzó a tararear una melodía que ella misma había compuesto: esa era su señal de ánimo.

En su nave, las marcas de los ocho planetas, desde los primeros rasguños y golpes, se convirtieron en medallas iluminadas por la luz de las estrellas.

Cuando finalmente aterrizó firmemente en la superficie de la luna, el polvo bajo sus pies se levantó y cayó de nuevo. Ella tocó el mapa estelar amarillento en la cabina, donde las marcas lunares ya estaban pulidas por la punta de sus dedos.

Resulta que este camino, al principio cubierto de espinas y poco prometedor, al llegar al final, realmente estaba gentilmente cubierto de deslumbrantes luces estelares por la vasta vía láctea.

@DORA USD1