Entré en una operación con confianza excesiva…
el análisis fue superficial, pero la sensación era alta.
Gané la primera vela, pensé: ¡seguro que continuará!
Entré en un segundo contrato sin pensar…
¿El resultado? Lo perdí con la primera ruptura de soporte.
Aprendí que el mercado no perdona la arrogancia,
y las emociones no compensan la falta de análisis