Hay historias que enterramos a base de juicios, prisiones de máxima seguridad y titulares olvidados. Luego está el bitcoin, ese hilo rojo que nunca se corta realmente. En junio de 2025, una transacción de 300 BTC, equivalente a 31 millones de dólares, cae en la caja de Ross Ulbricht, creador de Silk Road, ese legendario mercado negro del darknet. ¿El problema? Esa fortuna proviene de una cartera vinculada a AlphaBay, su tristemente célebre sucesor. El pasado no ha dicho su última palabra. Vuelve… encriptado.

AlphaBay no es solo un nombre en los archivos del FBI. Es un mito reciclado en los arcanos de la blockchain. Entre 2014 y 2017, fue el epicentro del comercio ilícito en línea — más grande, más discreto, más rentable que Silk Road. Y sin embargo, en 2025, es a él a quien se sospecha de haber firmado un cheque de 31 millones en BTC para apoyar a Ulbricht, figura caída que se ha convertido en ícono para algunos.

Según la empresa de análisis blockchain Chainalysis, en un informe difundido por WIRED, la donación provendría directamente de una cartera bitcoin asociada a AlphaBay. No hay aproximaciones aquí: los flujos, las marcas de tiempo, las direcciones… todo coincide. Phil Larratt, director en Chainalysis, habla de un vendedor importante de la época. En otras palabras, un actor bien situado, bien provisto, y hoy todavía bien vivo, al menos digitalmente.

Este gesto espectacular, aunque simbólico, plantea preguntas. ¿Por qué reactivar un vínculo tan polémico? ¿Por nostalgia? ¿Por estrategia? ¿O es la señal de un retorno más amplio de las fuerzas del darknet, reorganizadas en la sombra?

Si el bitcoin permitió el rastreo de esta operación, también es su paradoja: es a la vez transparente e impenetrable. El análisis de ZachXBT, detective blockchain independiente, confirma que los 300 BTC no transitaron por canales limpios.

Aquí hablamos de un paso por Jambler, un mezclador centralizado de reputación dudosa, muy lejos de los mezcladores descentralizados clásicos como Wasabi o el extinto Samourai.

¿El objetivo? Borrar las huellas. Se segmentan las cantidades. Las transacciones se ofuscan. Se salta de cartera en cartera. Y a veces se cobra en stablecoins, en pequeñas dosis. Todo está pensado para evadir la vigilancia algorítmica de los exchanges o de las autoridades. Es la versión 2025 del robo silencioso en un callejón desierto, excepto que el callejón se extiende por miles de bloques.

ZachXBT resume sin rodeos: « Es un don legítimo, pero no fondos legítimos. » En otras palabras, un regalo envenenado envuelto en un embalaje de idealismo cripto. El caso de los 300 BTC enviados a Ross Ulbricht plantea muchas preguntas sobre el origen real de los fondos, entre un gesto militante y una estrategia oscura.

Ross Ulbricht ya no es solo un nombre en una orden de arresto. Desde su indulto por Donald Trump en enero, ha vuelto a ser un símbolo vivo. Un mártir para unos, un pionero desafortunado para otros. Y esta donación masiva podría cristalizar una intención: recordar que Ulbricht no está olvidado.

Este apoyo también podría servir como advertencia. Un mensaje susurrado a través de líneas de código: la red aún existe. Observa, actúa y recompensa a sus héroes caídos. En la arena política e ideológica donde se disputa el futuro del bitcoin — entre regulación y resistencia — este tipo de gesto pesa mucho.

Bitcon no ovida nada. Recuerda cada transacción, cada wallet, cada movimiento. Pero más allá de la memoria, también permite la resurrección. Gracias a él, los espectros del darknet pueden volver de entre los bloques, y Ross Ulbricht aún recibe ofrendas de un mundo que ayudó a crear. Esta donación de 31 millones no es una simple anécdota cripto. Es un recordatorio brutal de que la guerra entre centralización y libertad digital continúa, y que algunos nunca han depuesto las armas — solo las han encriptado.

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