"Quítate los pantalones para aceptar el examen, demuestra que estás en tu periodo" — Cuando esta tendencia llegó a toda la red, las grabaciones de la vigilancia en un edificio de estudiantes de una universidad estaban reflejando fríamente la difícil situación de las mujeres contemporáneas. A las tres de la mañana, una chica acurrucada con una bolsa de agua caliente, a las cuatro de la mañana, la señora de la limpieza limpiando la sangre en el pasillo, a las cinco de la mañana, una larga fila fuera de la oficina del administrador, todo esto acusando en silencio cómo esos insultos invisibles sobre el periodo menstrual están convirtiendo a las universidades contemporáneas en una realidad mágica.
En esta era que se proclama a favor de la igualdad de género, todavía podemos oler el hedor de los vestigios feudales en las normas escolares: ciertos administradores ven el periodo menstrual de las mujeres como un pecado original, usando el humillante proceso de "quitarse los pantalones en público" para desnaturalizar un fenómeno fisiológico que se convierte en una herejía que necesita probar su inocencia.
Desde el "sistema de archivo de toallas sanitarias" en una universidad del suroeste, hasta el "sistema de registro de menstruación por nombre real" en una universidad costera, estos absurdos son dirigidos por los fantasmas premodernos en el sistema educativo moderno. Los administradores usan la excusa de "prevención de trampas" para ocultar su ignorancia y arrogancia hacia el cuerpo de las mujeres en el diseño del sistema. Cuando un profesor de medicina señala en un informe publicado en "The Lancet" que casi el 12% de las mujeres en el mundo pierden oportunidades educativas debido a la discriminación menstrual.
Pero las chicas de la Generación Z claramente no están dispuestas a participar en esta absurda obra — En el ciberespacio, las estudiantes de medicina que muestran sus pantalones manchados de sangre, la capitana del equipo de baloncesto que lanzó el "desafío de no pedir permiso durante el periodo", y la estudiante de arte que llenó la puerta de la oficina del profesor con notas de defensa rosa, están reconfigurando el poder de la voz femenina usando sus cuerpos como narrativa. Cuando transforman las toallas sanitarias en insignias de protesta, y convierten los datos de las aplicaciones de menstruación en evidencia para defender sus derechos, la lucha entre la antigua disciplina y los nativos digitales crea un contraste impactante.
Es digno de reflexión que, en estos rincones asfixiantes de noticias, siempre brilla una leve luz de esperanza. Como el "sello de permiso menstrual" establecido en una universidad de Nanjing — siempre que se use un sello especial para dejar un símbolo exclusivo en una tarjeta, se puede obtener el derecho a ausentarse sin justificación. Esta idea, estampada con una pequeña flor de color rojo, permite que el tradicional sistema de registro obtenga dignidad en la era digital. Prueba que el diseño del sistema puede encontrar un equilibrio entre la atención humanística y la justicia procesal, lo clave es si están dispuestos a agacharse y escuchar las voces que emiten los cuerpos de 200 millones de chicas.