Quien invierte en bitcoin con mentalidad de corto plazo está expuesto a emociones intensas, ansiedad y decisiones impulsivas. Pero quien lo hace con una mirada de años —incluso décadas— puede permitirse la serenidad.
La historia de bitcoin está llena de momentos como el de hoy. Días en los que los titulares se llenan de pánico o euforia por declaraciones de burócratas. Días en los que se especula con subidas o desplomes. Pero esos días pasan. Lo que queda es la red, su escasez, su adopción y su credibilidad.
Por eso, aunque hoy haya sobresaltos, no me preocupa. No necesito saber si BTC cerrará el día en 90.000 o en 100.000 dólares. Sé que en 2030 y más allá, quienes hoy tengan bitcoin en custodia propia habrán hecho una de las apuestas más racionales de su vida.
Hoy hablará Powell. Los mercados se moverán. Los medios harán su espectáculo. Algunos venderán en pánico. Otros comprarán en euforia. Pero bitcoin seguirá haciendo lo que mejor sabe hacer: mantenerse incorruptible, escaso y verificable.
Los que apostamos por él a largo plazo no necesitan certezas inmediatas. Solo paciencia y convicción. El ruido de hoy pasará. Lo que no pasa es la revolución monetaria que representa bitcoin.