Bitcoin, la criptomoneda pionera lanzada en 2009 por el enigmático Satoshi Nakamoto, continúa siendo el activo digital más influyente del ecosistema cripto. Su propuesta de valor se basa en la descentralización, la escasez programada (con un suministro máximo de 21 millones de unidades) y la seguridad proporcionada por la tecnología blockchain. A lo largo de los años, ha evolucionado de ser una curiosidad tecnológica a convertirse en una reserva de valor reconocida globalmente.

En junio de 2025, $BTC se cotiza alrededor de los 102.420 USD, tras haber alcanzado un máximo histórico de 111.980 USD en mayo. Esta consolidación de precios refleja una fase de maduración del mercado, impulsada por la adopción institucional, la aprobación de ETFs al contado y una mayor claridad regulatoria en regiones clave. Además, el halving de abril de 2024 redujo la emisión de nuevos BTC, reforzando su narrativa deflacionaria.

El entorno macroeconómico también ha favorecido a Bitcoin. La pausa en las subidas de tasas por parte de la Reserva Federal y la caída de la inflación han incentivado a los inversores a buscar activos alternativos, posicionando a BTC como un refugio digital frente a la incertidumbre global. Sin embargo, su volatilidad sigue siendo alta, influenciada por tensiones geopolíticas, decisiones regulatorias y movimientos de grandes tenedores institucionales.

A pesar de las críticas sobre su concentración en pocas manos y su consumo energético, Bitcoin mantiene una comunidad activa y una infraestructura robusta. Su papel como activo estratégico en carteras diversificadas se consolida, y su influencia en la economía digital es cada vez más evidente. En un mundo en transformación, Bitcoin sigue marcando el pulso de la revolución financiera.